Cumpleaños
Los años de la infancia se cuentan de uno en uno
como los niños en el parvulario cuentan dedos, manzanas o rosas
antes del frenesí de las horas que se agolpan en el pecho
para vivirse a bocajarro en las luces y las sombras
de la primera juventud.
Los años palpitan al principio y todo cuanto acontece
es un regalo merecido, creemos, o ni tan siquiera lo pensamos
porque aún no sabemos, a fondo, de pérdidas ni derrotas.
Todo está ahí para ser absorbido, exprimido, transmutado
en gracia caída del cielo.
Todo, el mundo entero y sus enseres
al alcance de nuestra ingenua arrogancia.
Se va perfilando el pequeño hueco que tenemos asignado en este mundo
y vamos echando dentro el tiempo, sin saber que es un saco sin fondo
con la esperanza de colmar esa parte que siempre nos falta.
Los años van adquiriendo consistencia viscosa
resbalan y saltan a veces de dos en dos, de tres en tres
desafiando la aritmética, hasta que llega un momento
en que perdemos la cuenta.
Para coger el hilo de nuevo, en vez de sumas hacemos restas:
lo que falta por ver, lo que falta por decir, lo que falta por amar.
En el otoño de tu vida te medirán por el amor
Agustín de Hipona