Cuando la población civil
huía de los bombardeos
cargaba a sus espaldas
un fardo con enseres
y seguía la vía del tren
por no perder el rumbo
confiando en la certidumbre
de la línea recta
marchaban en hilera
mimetizando el trazado
de los raíles
dando tumbos en el balasto.
Robert Capa los retrató:
bombas, granadas,
soldados que calzaban alpargatas
soldados que fumaban
al borde de la muerte.
Frente al disparo de su cámara
un miliciano cae de espaldas
abatido en Cerro Muriano
congelado en mercurio y plata
su camisa tan blanca
no presagia la muerte
hemos visto desde entonces tanto horror
que parece dulce su caída
sostenido por el aire
flotando sobre un campo
de algodón.
Algunas fotos retratan
a milicianas jóvenes, ríen.
Otras a ciudadanos que miran
curiosos, sin miedo
la siniestra danza de los aviones
en el cielo de Madrid.
El faro de la pesada locomotora
el objetivo de la Nikon
abriéndose paso en el siglo XX
dejando ancladas las fotos
en un presente inocente y antiguo.
Del espejo de aquellos años
un retrato de Robert haciendo una foto
captado por Gerda
Quién mira a quién y quién es mirado
la cámara, el ojo, la noche
Capa y Taro juntos.
Y se marchó ella
con aquellos soldados muertos
dejando más huérfanos a los niños
aplastada por un tanque
en Brunete, Gerda Taro.
Y se marchó él en otra batalla
pisando a la muerte con firmeza
dejando atrás medio siglo
funesto.
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